¿Qué opinan los expertos sobre la huella de carbono?
Este término identifica la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) lanzada a la atmósfera por una empresa, un producto, una actividad o una persona. Los analistas proponen diferentes recetas para reducir el impacto, desde el teletrabajo al consumo responsable.
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La huella de carbono hace referencia a todos los GEI emitidos por la acción humana, en especial el CO2. Un informe de la ONU estima que “el mundo necesita reducir en un 30% su huella para ralentizar la emergencia climática”. “Actualmente, las emisiones achacables al 1% de la población mundial más rica suponen más del doble que el 50% de los más pobres”, detalla el organismo. Incluso el 80% de los estadounidenses ya creen —según la Universidad de Houston Hobby School of Public Affairs— que el calentamiento global del planeta es una realidad.
Al medir la huella, la ciencia precisa la escala del problema y sobre esos datos propone soluciones para reducir la huella de carbono y para alcanzar la neutralidad en carbono. Así ha surgido el término ‘alcance’ para clasificar y cuantificar la huella impresa por las organizaciones.
Isabela del Alcázar, Global Head of Sustainability en IE University, lleva años trabajando en este análisis. Alcázar explica que el Alcance 1, se refiere a las emisiones procedentes de los combustibles dependientes del estado de las instalaciones de una compañía. “Si son equipos antiguos, seguramente sean menos eficientes, pierdan líquidos y contaminen más”. Por su parte, el Alcance 2 corresponde a las emisiones indirectas que generan las propias centrales de producción eléctrica relativas a los gastos de consumos o de electricidad. “Solo con marcar la opción de energía de origen 100% renovable se pueden reducir las emisiones de Alcance 2 a cero”, añade. El Alcance 3 está vinculado a la actividad indirecta de las personas y las empresas, y se corresponde con las emisiones producidas por los desplazamientos de las personas al puesto de trabajo y de los productos vinculados a actividad económica, como los equipamientos (en este caso también se tiene en cuenta el origen de los mismos) ¿Cómo reducir ese impacto? “Aprovechando el teletrabajo y con políticas que reduzcan los desplazamientos, por ejemplo”, avanza Del Alcázar.
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Una fórmula vital
El cálculo de las diferentes emisiones implica una ecuación básica: la huella de carbono es igual a dato de consumo por factor de emisión.
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El primer término define el grado de la actividad de las emisiones GEI, por ejemplo la cantidad de gas natural usada en una calefacción (kilovatio-hora de gas natural), mientras que el factor de emisión supone el volumen de GEI lanzados por cada unidad del parámetro Dato de actividad. La huella se mide en gramos, kilos o toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO2 eq).
Esa huella confirma su fuerte impronta cuando la crisis sanitaria parece inmune al calentamiento global. “El impacto a largo plazo en la reducción de las trayectorias de emisiones será muy limitado”, prevé Joseba Eceiza, socio de McKinsey & Company. “El consumo de energía no cambiará demasiado a causa de la pandemia, por lo tanto, se mantendrá el desafío climático que enfrentan los gobiernos y las empresas”. Y añade: “El impacto potencial del Covid-19 vendrá de la mano de los efectos secundarios, como la decisión de las compañías y los consumidores de diferir o acelerar inversiones en tecnologías más limpias, el acceso a paquetes de estímulos públicos para invertir en infraestructuras sostenibles o adoptar el trabajo en remoto de manera permanente”.
Algunos pasos ya se han caminado. “Las emisiones de carbono cayeron en 2020 el 7%, el mayor descenso registrado”, indica un portavoz del grupo de expertos Global Carbon Project. “Sin la emergencia sanitaria, la huella de carbono de los grandes emisores como China hubiera seguido creciendo”, estima Philippe Ciais, investigador del Laboratorio del Clima y Ciencias Medioambientales de Francia. También hay lugar para las palabras optimistas: según el Foro Económico Mundial, “enfrentar la crisis de la naturaleza podría crear 400 millones de trabajos y se añadirían 10.000 millones de dólares anuales a la economía en 2030”.

La batalla contra el impacto
¿Cómo reducir la huella de carbono? Esto también implica también un cambio de hábitos cotidianos, como apagar el despertador por las mañanas. Porque el paso de cada ser humano por el mundo deja marca. Adoptar actitudes más sostenibles parte de preguntas como ¿cuánta energía se consume en casa? (butano, propano, carbón, gas, electricidad…), ¿qué sistemas de transporte usamos? (andar, compartir coche, transporte público, vehículo individual, aviones…) ¿cómo impacta la alimentación? (productos de cercanía, procesados, vegetales, animales…).
Todo esto atañe al comportamiento individual, pero también es necesaria “la ciencia porque sin ella no se puede responder a los problemas nuevos”, observa Isabel Sola, doctora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España. Esta investigación se traduce en tecnologías cada vez más sostenibles, aunque no existen las panaceas. “La automoción anda aún lejos, por ejemplo. Es cierto que existen vehículos eléctricos, pero para que su impacto sea bajo deben cargarse con energías totalmente renovables. La vida útil de sus baterías aún es relativamente corta”, reflexiona De Alcázar.
“Lo que estamos haciendo es ganar tiempo para evitar una catástrofe”, apunta A.R. Ravishankara, profesor de Química y Ciencias de la Atmósfera de la Universidad de Colorado (EE. UU.). “Necesitamos mitigar el cambio climático y también adaptarnos a la inevitable transformación del clima provocada por las emisiones que ya hemos vertido. Esto es similar a prevenir la propagación del virus (adaptación) mientras se busca una cura o una vacuna (mitigación)”.