¿Qué son los alimentos orgánicos? La dieta que no devora la naturaleza
La demanda de productos orgánicos crece sin parar en todo el mundo, lo que estimula a cada vez más agricultores y ganaderos a aplicar las buenas prácticas de salud medioambiental y bienestar animal. La alimentación orgánica se ha convertido en una aliada del desarrollo sostenible.

La conciencia medioambiental ciudadana y la preocupación por el cambio climático están íntimamente unidas, y se reflejan en el auge de nuevos hábitos de consumo donde la alimentación sostenible adquiere cada vez una mayor presencia.
Por ejemplo en la alimentación y su relación directa con el uso de recursos naturales como la tierra y el agua, y por lo tanto su potencial para dejar una huella tanto positiva como negativa en función de su modelo de explotación.
Esta tendencia hacia un consumo más responsable se refleja en las estanterías de los supermercados con frutas, verduras, mieles, lácteos o carnes con los términos ‘ecológico’ u ‘orgánico’ en su etiqueta.
Diferencias con los productos convencionales
Los alimentos orgánicos proceden de métodos agrícolas o ganaderos con un impacto medioambiental reducido gracias al empleo de sustancias y procesos más naturales, ajustados al control de una serie de buenas prácticas de explotación. Por ejemplo, según la Unión Europea (UE), estos son sus principios fundamentales:
- Prohíbe el uso de pesticidas químicos y fertilizantes sintéticos.
- Fomenta la rotación de cultivos para un uso más eficiente de los recursos y regenerar los suelos.
- Prohíbe el uso de hormonas para el ganado y reserva el uso de antibióticos solo cuando el estado de salud del animal lo justifica.
- Tampoco permite los organismos modificados genéticamente (OMG).
- Fomenta el uso de fertilizantes orgánicos en los cultivos y alimentos naturales como los piensos o el pasto.
- Apuesta por la cría al aire libre del ganado o los espacios amplios, que no les causen estrés y les permitan expresar sus comportamientos instintivos.
- Prácticas de cría a medida y en general un alto nivel de bienestar animal.
- Gestión responsable de los recursos hídricos.
- Protege y si es posible aumenta la fertilidad del suelo.

Cómo reconocerlos
Para diferenciar un producto orgánico de otro similar pero convencional, los consumidores cuentan con un aliado: el logotipo ecológico. La obtención de este tipo de sellos, concedidos por un organismo reconocido oficialmente y de acuerdo con la normativa vigente en cada país, acredita que los productores han respetado las buenas prácticas para evitar, en lo posible, fraudes. Es decir, que una publicidad engañosa presuma de producto ecológico cuando en absoluto lo es.
En la UE, este logotipo representa una hoja verde formada por estrellas blancas. Los productos avalados por este símbolo contienen al menos un 95% de ingredientes ecológicos y el 5% restante cumple unas condiciones estrictas.
Por su parte, en Argentina los productos certificados muestran el Sello Orgánico Argentina, mientras en el país carioca, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación otorga el sello Produto Orgânico Brasil. El Certificado Orgánico Sagarpa México rige en este país norteamericano, de la misma forma que el USDA Organic lo hace en Estados Unidos, por citar algunos ejemplos.
En todo caso, la certificación es necesaria tanto en los productos producidos en cada país como en los importados, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Actualmente 110 de los 194 países del mundo cuentan con regulaciones orgánicas.

El mercado, en cifras
Los datos planetarios acreditan una evolución al alza. En la UE, por ejemplo, las ventas de alimentos orgánicos se incrementaron un 79,8% y la superficie de tierras de cultivo, un 33,7%, entre 2012 y 2018.
Por su parte, Estados Unidos lidera el gasto en alimentos de esta categoría con más de 53.200 millones de dólares en 2018, seguido de la UE con 37.400 millones de euros, los 8.100 millones de euros invertidos en China y los 3.100 de Canadá (lo que, teniendo en cuenta su nivel población, refleja una conciencia social muy extendida), según datos del Parlamento Europeo.
Respecto al espacio dedicado a las explotaciones, Oceanía lidera el ‘ranking’ con 35,9 millones de hectáreas, seguida de Europa con 16,5 millones, según el informe ‘El mundo de la agricultura ecológica 2021’, del Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica (FiBL) y la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (Ifoam).
Esto se traduce en un incremento del número de productores orgánicos, que ha pasado de 200.000 en 1999 a 3,1 millones en 2019. Como resultado, el valor del mercado global de productos orgánicos ha crecido a un ritmo sostenido, de 15.000 millones de euros en 2000 a más de 105.000 millones solo nueve años después.
España se confirma como el primer productor ecológico en el viejo continente y cuarto del mundo. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2019 superó los 2,3 millones de hectáreas de producción ecológica, un 4,8% más que el año anterior. Para impulsar la agricultura ecológica en España y ayudar a los agricultores a convertir las explotaciones convencionales en ecológicas, BBVA dispone de un préstamo adaptado a las necesidades especiales de tesorería que surgen durante el periodo de conversión.
¿Y América Latina? En 2019, más de 224.000 productores administraban casi 8,3 millones de hectáreas de explotaciones agrícolas orgánicas, es decir, el 11% de las que se despliegan en el mundo y el 1,2% de las tierras agrícolas de la región. Los países líderes: Argentina (3,7 millones de hectáreas), Uruguay (2,1 millones) y Brasil (1,3).