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¿Qué es la arquitectura sostenible? Cuidado del entorno y de las personas

Casas de campo, los tipis, la Alhambra… La tradición popular y corrientes como la construcción bioclimática abrieron el camino a la arquitectura sostenible que no solo aspira a cuidar el entorno natural, sino el bienestar social e individual de las personas que la habitan. Por qué puede contribuir a mitigar la crisis climática.

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"Para mí, un ejemplo maravilloso de arquitectura sostenible es la Alhambra de Granada", dice Beatriz Inglés Gosálbez, directora del máster ‘online’ en Arquitectura Sostenible y Bioconstrucción en la Universidad Europea. Alude a sus muros, "que juegan con la inercia térmica", a sus patios, al agua que refresca, a sus ventilaciones cruzadas... Y evita la tentación de pensar que la arquitectura sostenible es un invento moderno.

"Ya Le Corbusier reconoció que la naturaleza tenía razón", apunta la experta, cuando el famoso arquitecto suizo publicó en 1942 la Carta de Atenas. Este manifiesto, salido del IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (1933),  consideraba el sol, la vegetación y el espacio como las tres grandes materias primas del urbanismo. Dos décadas después, Olgyay (en 1963) y Givoni (en 1969), escribieron sus manuales bioclimáticos. Estos fueron "precursores de los que se usan actualmente en cualquier cálculo en materia energética", aclara Inglés.

¿Que se entiende por arquitectura sostenible?

"La arquitectura sustentable entiende el edificio como un organismo vivo que consume recursos y produce desechos. Tiene una relación entre el exterior y el interior a través de la piel. La naturaleza de esa relación determinará la eficiencia del edificio", plasma Alejandra Dueñas del Río en su artículo 'Reflexiones sobre la Arquitectura Sustentable en México', publicado en 2013 en la revista 'Legado de Arquitectura y Diseño' de la Universidad Autónoma del Estado de México.

En cambio sí es moderno, relativamente, el sintagma ‘arquitectura sostenible’, que surgió a rebufo del término desarrollo sostenible, utilizado por primera en 1987 en un informe de Naciones Unidas titulado 'Nuestro futuro común', entendido como "aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas".

En 1992 se celebró la 'Cumbre de la Tierra' en Río de Janeiro. Mientras jefes de Estado de todo el planeta firmaban la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, académicos, investigadores y oenegés reflexionaban sobre cómo ponerle el apellido "sostenible" a distintos campos, la arquitectura entre ellos. Aquel debate se basó en trabajos de corrientes arquitectónicas previas como la bioclimática o la solar.

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Aldea Teixois, Los Oscos, Asturias. El sitio etnográfico data del siglo XVIII y se basa en el uso integral de la energía hidráulica del río.

Precedentes adaptados a la naturaleza

Inglés considera que la arquitectura sostenible es sucesora de la bioclimática, "que tiene en cuenta la relación con el clima", las horas de sol, la dirección de los vientos, la temperatura o los materiales autóctonos. Y que la bioclimática es, a su vez, evolución de la arquitectura vernácula o popular. "Hice mi tesis doctoral en un territorio concreto de Asturias (España), iba de un valle a otro y veía cómo todas las casas estaban colocadas según la misma orientación", recuerda.

"La arquitectura bioclimática tiene en cuenta el ahorro energético y los materiales autóctonos. Así, de una forma natural, se da una eficiencia económica, pero no hay un discurso social", insiste la experta. Sin embargo, la arquitectura sostenible contempla la sostenibilidad en su triple dimensión ambiental, social y económica. La social es, a juicio de Inglés, la principal aportación respecto a sus predecesoras.

"No me gusta cuando los proyectos se centran demasiado en sí mismos y se desentienden de su entorno, me ponen nerviosa", tercia Belinda Tato, cofundadora del estudio de arquitectura Ecosistema Urbano y profesora de paisajismo en la Escuela de Diseño de la Universidad de Harvard (Estados Unidos). "Lo fascinante de la arquitectura, desde mi punto de vista, es su capacidad de entender el contexto y cambiarlo a mejor", subraya.

Conexión con la realidad

Tato incide en la idea de que durante muchos años la arquitectura sostenible ha puesto el énfasis en la componente energética, "muy importante pero no la única a valorar”. "Un edificio forma parte de un sistema, no es algo aislado que ignora su contexto. Hemos de enfatizar más ese componente social y climática". La arquitecta está convencida de que la pandemia de la COVID-19 y los confinamientos han supuesto un punto de inflexión. "Concebimos el mercado de la vivienda como un producto de consumo y no como una necesidad básica para protegernos y hacernos felices. Obligados a estar encerrados, hemos sido más sensibles a la calidad, o la falta de calidad, de nuestro espacio, hemos visto la importancia del espacio doméstico para proporcionarnos bienestar. Se nos ha hecho evidente que podríamos estar viviendo mejor", reflexiona.

La conversación con Tato, que reside en Boston, tiene lugar un día después de la muerte del urbanista y político Jaime Lerner, artífice de que la ciudad brasileña de Curitiba sea un referente internacional de planeamiento urbanístico, calidad de vida y sostenibilidad. "Recomiendo su pequeño libro 'Acupuntura urbana', defiende que no es necesario hacerlo todo, o todo a la vez, sino identificar dónde hacer esa inversión, esa pequeña actuación que provoca un impacto grande. Se trata de generar las condiciones para que un entorno comience a curarse", resume.

Certificados arquitectónicos

Las diversas certificaciones internacionales para reconocer un edificio sostenible han prestado cada vez más atención a ese factor social y humano. Por ejemplo, cómo de conectado está una vivienda con el transporte público, cómo impacta en el bienestar de quienes la habitan. Passivhaus, de finales de los ochenta, considerada la pionera, está orientada exclusivamente a reducir los consumos energéticos. El sello británico BREEAM, de 1990, tiene en cuenta el transporte, la gestión de agua y residuos y al ser humano. El estadounidense LEED, de 1993, incluye en sus seis categorías aspectos como atmósfera interior, materiales y recursos, calidad ambiental o innovación en el diseño.

Por su parte, el modelo constructivo Living Building Challenge, de 2006, trata de contribuir al bienestar y la salud humana a través del espacio construido. La certificación Verde creada por el Green Building Council España en 2009 promueve las cinco P: "Personas, como calidad de vida y bienestar; Prosperidad, como desarrollo económico local y justo; Planeta, como protección a nuestro entorno; Paz, como concordia y armonía; y Pacto, como implicación y compromiso de todos para todos". WELL Health-Safety Ranking, de 2014, también evalúa el impacto del entorno construido en la salud y el bienestar humanos. Level(s), estándar Europeo de Sostenibilidad de la Edificación, de 2020, incorpora las categorías “Espacios sanos y confortables” y “Adaptación y resiliencia al cambio climático”.

"Independientemente de que su construcción termine o no con una certificación 'eco', un arquitecto que aspire a la sostenibilidad ha de ser consciente de que su acción tiene un impacto", puntualiza Micheel Wassouf, fundador de la asociación oficial española Passivhaus (PEP‐Plataforma Edificación Passivhaus) y del Instituto Latinoamericano Passivhaus (ILAPH), y director de la empresa Energiehaus. "Más que de construcción sostenible, hablaría de construcción que minimice todo lo posible sus impactos, que sea menos destructiva", matiza.

"Existen herramientas de cálculo para medir todos los parámetros", ahonda Wassouf. Transporte, residuos, agua, uso ecológico del suelo y su contaminación. Por ejemplo los materiales utilizados —si se producen o no en el entorno, cómo de fáciles son de reutilizar o reciclar— o el gasto energético y de consumo de agua en todo el ciclo de vida de un edificio. "No hace falta pasar por un sello, pero sí por una auditoría o un análisis de ciclo de vida", insiste.

BBVA-arquitectura-sostenible-Centro Cultural Jean-Marie Tjibaou en Noumea, Nueva Caledonia, de Renzo Piano

Centro Cultural Jean-Marie Tjibaou en Noumea, Nueva Caledonia, de Renzo Piano.

Algunas obras maestras

Inglés pone como ejemplo de arquitectura sostenible al español Fernando Menis y su 'Caja Fría' en el Puerto Viejo de Sarapiquí, Costa Rica. Y, como gran referente, el Centro Cultural Jean-Marie Tjibaou en Noumea, Nueva Caledonia, de Renzo Piano. Este arquitecto italiano ha compartido en varias entrevistas su concepto de sostenibilidad: construir pensando en el futuro y contando con la resistencia no solo del edificio sino del planeta y de sus recursos energéticos.

"La arquitectura sostenible se fija no solo en lo popular, en el saber que se hereda de padres a hijos, sino en la naturaleza", señala Inglés, quien menciona el Eastgate Center (Zimbabue), de Mick Pearce, porque imita la refrigeración de un termitero africano para mantener la temperatura y humedad óptimas en un centro comercial y un edificio de oficinas en la ciudad de Harare.

La construcción de viviendas ecológicas, cuyo diseño se basa en el aprovechamiento de los recursos naturales, es una opción para contribuir con la sostenibilidad planetaria. "Creo que la construcción en madera abre un camino interesante", incide Wassouf. "Es un material con un menor impacto medioambiental, neutro en carbono, e incluso captador de CO2", resalta. También tiene recorrido la unión de la arquitectura y la naturaleza, en forma de jardines verticales o cubiertas vegetales. "Tampoco es nada nuevo —tercia Inglés—. Las tiendas tipis [vivienda tradicional de algunas tribus nómadas de Norteamérica] se cubrían de barro y en él se dejaba crecer la naturaleza para servir de aislamiento y proteger del sol". "¿Y qué casa de campo española no tenía un emparrado en la fachada, que daba sombra y uvas en verano y, al ser de hoja caduca, dejaba pasar el sol en invierno?".

"No estamos inventando la rueda, sino incorporando a nuestra arquitectura elementos que funcionan", argumenta. "Las plantas producen oxígeno y refrigeración de manera natural, ofrecen sombra, tienen un efecto evaporativo, algunas pueden humidificar o deshumidificar el aire, según convenga. No se trata de colocarlas porque sí, sino de estudiar el clima y elegir las correctas", concluye la experta. Y tener en cuenta no solo la instalación, sino su posterior mantenimiento.

Conceptos como el de bioconstrucción se han incorporado al ideal arquitectónico que busca el bienestar del ser humano en el sentido más amplio posible aunando la salud física y emocional de los humanos; la salud medioambiental gracias a los criterios de la arquitectura sostenible; y el estímulo socioeconómico alrededor por el empleo de recursos locales.

Reducción de emisiones

"Los edificios generan casi el 40% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero [GEI] anuales", advierte Architecture 2030, una organización internacional sin ánimo de lucro alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Su postura es que no solo hay que construir de forma sostenible sino, en paralelo, revisar la sostenibilidad de lo ya edificado.

"Aproximadamente dos tercios de los edificios actuales seguirán existiendo en 2050, pero las renovaciones solo afectan al 0,5% o 1% anual del 'stock'. Se necesita un aumento significativo en la tasa de renovaciones de eficiencia energética y energía renovable para cumplir el Acuerdo de París", proclama. ¿Su objetivo? Según Architecture 2030, "transformar rápidamente el entorno construido para que, de ser uno de los principales contribuyentes a las emisiones GEI, pase a convertirse en una solución central frente a la crisis climática".

Podcast: Edificios sostenibles de BBVA, arquitectura con ahorro energético

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